jueves, 8 de octubre de 2009

Notas sobre el Índice de Precios Irresponsable (IPI)


A raíz de la polémica desatada por el informe de inflación del mes pasado, expongo algunas aclaraciones y propuestas que sirvan para mejorar la interpretación de los datos que relevamos. De paso, agrego una semana más a la medición, que les dará manija tanto a los que creemos que el cuadro inflacionario que vivimos no es tan grave como a los que creen que se va todo al demonio.




Más allá del IPC GBA, que elabora de manera sospechosa el INDEC, y de las estimaciones alternativas que intentan (y no consiguen) reproducir la medición original, insisto en que ni el mejor de los índices puede reflejar la situación que cada uno cree ver. No me interesa medir la “sensación térmica del ama de casa que va al supermercado”, ya que eso pertenece al campo del CPP (Campo Popular de la Pelotudez). Pero sí quisiera recordar que cuantos más índices tengamos mejor será la lectura que podamos hacer de nuestra heterogénea “realidad”. Por eso la necesidad de tener índices por región geográfica, nivel socioeconómico, tipo de bienes, etc. etc. Es ahí donde nuestro IPI, con todas sus limitaciones, intenta hacer un aporte.

Sin lugar a dudas, uno de los organismos más prestigiosos en cuanto a estadísticas de este tipo es el Bureau of Labour Statistics (BSL), de los EEUU. Allí, además de publicar los cálculos tradicionales, están poniendo de moda dos nuevas miradas hacia la inflación: la llamada “Core Inflation” y el “Chained Consumer Price Index”, sobre los que nos referiremos brevemente.

¿Qué es la “Core Inflation” (Inflación Núcleo)? Básicamente, es una inflación estable, poco volátil, no expuesta a shocks exógenos y donde se supone que se reflejan mejor los efectos de la política económica. ¿Cómo se mide? Lo más simple es agarrar el índice de precios tradicional y sacarle todo lo que tenga que ver con alimentos y energía. ¿Para qué cornos sirve un índice de precios que no incluye ni alimentos ni energía? Analizando el comportamiento del IPI podemos sospechar la utilidad que puede tener.

Cualquiera que viene siguiendo el IPI habrá notado que se mueve al compás de las hamburguesas, salchichas, coca cola y cerveza. Es que los alimentos (y la energía) tienen precios muy volátiles, suben y bajan haciendo difícil encontrar una tendencia definida. Los demás precios, por el contrario, suelen variar muy pocas veces al año pero, en la mayoría de los casos, lo hacen en la misma dirección marcando claramente una tendencia. De todas formas, no hay motivo para suponer que los precios de alimentos y energía vayan a seguir esa tendencia ya que pueden estar afectados por fuerzas muy distintas. ¿Qué diría Prebisch al respecto?

Hice la prueba de dividir al IPI en dos: el IPI CORE y el IPI AT (alimentos y transporte). No relevamos precios energéticos pero supuse que los boletos de colectivo y subte deberían tener alguna relación con el combustible, aunque los subsidios estatales al transporte los mantienen bastante quietitos. No estaba seguro en dónde debía meter las Whiskas, optando finalmente por incluirla dentro de los alimentos.

En el siguiente gráfico en base 100, se puede ver el comportamiento del IPI y de estas dos nuevas divisiones a lo largo de las 12 semanas que llevamos midiendo.


Como se observa, punta a punta todos los índices aumentaron menos del 1%. El IPI CORE muestra una tendencia alcista bastante suave, acumulando una suba del 0,99% en 12 semanas. Por otro lado, el IPI AT muestra una gran volatilidad, la cual es reproducida por el IPI total. Hasta las últimas dos semanas, se mantuvo por debajo de la medición inicial, lo que sugiere que si le vamos a echar la culpa a las ofertas por la poca inflación, al menos hay que pensar en ofertas de larga duración. Pero, como se ve en el gráfico, si hubiéramos empezado las mediciones el 3/09, estaríamos agarrándonos los pelos al ver el salto que pegó en las últimas 5 semanas. Habrá que ver si de ahora en más sigue así o vuelve a la tranquilidad de las 7 semanas previas. Por ahora, en todo el período, el IPI AT sólo subió un 0,79%.

¿Cuál de todos estos índices debe considerar un Romántico Irresponsable para negociar su salario? Ninguno. Mejor dicho, todos y unas cuantas cosas más. Un error muy frecuente consiste en identificar un índice de precios al consumidor con la variación del costo de vida. Es decir, que si el índice marca una suba del 10%, necesito un 10% más de ingreso para mantener mi nivel de vida. Esto es subestimar el comportamiento de cualquier consumidor.

Ya debería quedar claro que los precios no se mueven todos juntitos tomados de la mano, sino que lo hacen de forma bastante dispersa. Esto hace que el consumidor no compre siempre exactamente lo mismo. Si me suben los precios de los fideos mostachol, puedo comprar de los moñitos. Si descubro que el pote de 400 gr de dulce de leche Sancor sale más caro que el de la marca XXX y los dos me gustan por igual, compraré este último. Lo mismo si descubro que me sale más barato comprar dos potes de 200 gr y así se me pueden ocurrir miles de ejemplos. Obviamente, todas las personas somos distintas. Algunos jamás cambiarían la marca del sachet de leche mientras que otros saltan sin problemas de la carne al pollo o al pescado, dependiendo del precio. Pero por más rígido que sea, siempre habrá una “superoferta” capaz de hacerme modificar mis compras. Otro factor que incide en las variaciones del consumo es la estacionalidad típica de ciertos productos, como frutas y verduras, que hace que se consuman sólo en determinados momentos del año.

El punto es que las personas no están restringidas a consumir siempre lo mismo, mientras que un índice de precios tradicional sí está obligado a medir siempre los mismos bienes. Ya he explicado en otra oportunidad que si se modifica la canasta de consumo la medición del índice deja de ser comparable con el pasado. Dado que es deseable tener un indicador que se pueda utilizar para hacer comparaciones en períodos relativamente largos, es necesario conservar un índice así. Pero como este índice no capta bien la conducta “optimizadora” del consumidor, no mide bien la evolución del “costo de vida”. Es decir que si el índice marca un aumento del 10%, necesitaremos un aumento salarial algo menor a eso para mantener nuestro nivel de vida. Si conseguimos un aumento del 10%, seguramente nuestra situación habrá mejorado. Esto es un argumento para preferir una economía con movilidad salarial antes que una con salarios congelados. Por más que los aumentos de sueldo generen inflación, el mayor ingreso y el comportamiento dispar de los precios permiten un mejor aprovechamiento del dinero.

Según algunos estudios hechos en EEUU, un índice de precios tradicional sobreestima el aumento del costo de vida entre 0,8 y 1,6 puntos porcentuales. Aunque no me queda claro si esa estimación es válida para una inflación de cualquier magnitud o para una del orden de la que suelen tener en EEUU, mucho más baja que la nuestra. Para medir esto, el BSL comenzó a calcular el “Chained Consumer Price Index”, en donde se intenta reflejar los cambios en el gasto de los consumidores.

Toda esta introducción para informar que voy a elevar al Comité Académico de Románticos Irresponsables la siguiente propuesta:

1. Continuar calculando y publicando el IPI actual y los correspondientes IPI CORE y AT.
2. Diseñar y calcular el IPI 2.0, con sus correspondientes versiones CORE y AT, el cual se publicará conjuntamente con el IPI actual. Este nuevo índice deberá ser más amplio y más estable que el que hoy tenemos.
3. Diseñar, calcular y publicar el Índice de Costo de Vida Irresponsable (ICVI). El mismo tendrá como base la misma canasta de bienes del IPI 2.0 pero se fijarán ciertas reglas con las que se intentarán reproducir la conducta del consumidor optimizador.

En caso de que la propuesta sea aceptada, trataré de presentar los nuevos índices la semana próxima o, a lo sumo, en quince días. Para terminar, dejo los precios de ésta semana.



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lunes, 5 de octubre de 2009

Formas tontas de perder al Ajedrez



No soy el especialista en ajedrez del blog, pero encontré algunas formas curiosas de perder al ajedrez:

Darle al reloj antes de realizar el movimiento
Que te suene el teléfono móvil
Llegar tarde a la partida (más de una hora)
Realizar una jugada ilegal
No saludar al rival

Más explicaciones y algún video del otro lado



Según parece, la primera podría ser sólo una infracción y nadie perdió por no saludar, aunque hubo algún caso tenso como éste:



El maleducado es un tal Cheparinov, y el otro es Nigel Short...
Nigel Short fue descalificado de un torneo porque le sonó el teléfono celular, aparentemente era un aviso de que se estaba quedando sin batería, pero no lo perdonaron... ¿El que llamaba habría sido Cheparinov?


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domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes Sosa (1935-2009)

No soy bueno escribiendo epitafios, sólo diré que me sorprendió la velocidad con que se actualizó la wikipedia y paso a poner unas canciones que tenía ganas de escuchar.











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